Reseña de la historia de Marcela en los capítulos XII, XIII, XIV de Don Quijote de la Mancha.
No puedo ocultar que siempre me ha parecido algo forzada la búsqueda de referentes feministas en obras o tiempos en los que no existía tal instrumento ideológico. Tan tremendo me parece decir que Platón era de derecha y Aristóteles de izquierdas como pretender que Miguel de Cervantes era feminista. No obstante el pasaje del Quijote que he escogido bien puede sintonizar con la experiencia de aprendizaje que estamos disfrutando.
En la primera aproximación que se hace en la novela, Marcela, nuestra protagonista, es considerada una "endiablada moza" culpable de provocar la muerte por amores del buen pastor Grisóstomo, a quien desdeñó. Si el precio de la libertad de Marcela implica la muerte de su pretendiente, bien podría pensarse que en tiempos en los que imperaba el código de caballería no hay manera posible de eximirla de su culpabilidad. Sin embargo, el relato que nos presenta Cervantes presenta un giro tan notable que bien merece ser rescatado para este curso. Marcela se presenta en el entierro del pobre pastor para demostrar a todos los presentes "cuán fuera de razón van todos aquellos que de sus penas y de la muerte de Grisóstomo me culpan". Qué arrojo y valentía demuestra el personaje, máxime si lo contextualizamos en la sociedad rural castellana de comienzos del siglo diecisiete.
Pero no acaba aquí la reflexión que quiero traer a colación, pues de momento el único hecho notable es la singularidad del ejemplo de Marcela en una época poco propicia a protagonismos femeninos. Lo más importante es el sentido del discurso que da a los apesadumbrados hombres que velan la muerte del pastor, lo más notable son los argumentos que da para defender su inocencia ante la muerte de un desdichado pastor que ha decidido poner fin a su vida por no verse correspondido por una mujer. Recomiendo la lectura del discurso, incluido en el capitulo XIV. Tan solo recojo un par de fragmentos:
"Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa, y de tal manera que, sin ser poderosos a otra cosa, a que me améis os mueve mi hermosura; y, por el amor que me mostráis, decís, y aun queréis, que esté yo obligada a amaros. Yo conozco, con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que, por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama".
"Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos".
Y me despido con las palabra que el Quijote le dedica a Marcela, mientras él y el resto de los hombres observan como ella se marcha tras pronunciar su discurso:
"Ella ha mostrado con claras y suficientes razones la poca o ninguna culpa que ha tenido en la muerte de Grisóstomo, y cuán ajena vive de condescender con los deseos de ninguno de sus amantes, a cuya causa es justo que, en lugar de ser seguida y perseguida, sea honrada y estimada de todos los buenos del mundo, pues muestra que en él ella es sola la que con tan honesta intención vive".
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